lunes, 27 de mayo de 2013

Bélgica cerveza y mestizaje

Sentados en un tranvía que recorre Bruselas, más de 14.000 personas han conocido el pasado año la llamada “Tram Experience”, una iniciativa que promueve la gastronomía belga empleando como medio uno de los transportes más extendidos en la ciudad y, como fin, un menú ideado por un chef belga que tiene en su poder dos estrellas de la prestigiosa Guía Michelin.

Se trata de un proyecto que surgió en el marco de Brusselicious (una mezcla entre las palabras “Bruselas” y “delicioso” en inglés), un año temático dedicado a la gastronomía y que incluía otros proyectos como Dinner in the Sky (una cena en una mesa a 40 metros de altura) o Culinaria (un evento para mostrar las creaciones de los mejores chefs belgas).

La idea de estos años temáticos es “proyectar un sector que ya es fuerte. Los aprovechamos para desarrollar y financiar nuevos proyectos que puedan mantenerse tras este año”, explicó su director, Olivier Marette.

En los caminos

La “Tram Experience” retoma su actividad esta primavera tras un parón en febrero, y en esta segunda edición Marette no descarta que se cuente con chefs de otras partes del mundo, que, como su comida, tienen perfecta cabida en la gastronomía belga.

“La cocina belga está llena de influencias extranjeras. Uno de nuestros platos nacionales son los mejillones, que vienen en su mayor parte de Holanda, pero eso no es un problema para nosotros”, explica.

Los belgas, asentados en un cruce de caminos y anfitriones de gentes de todo el mundo, no tienen reparos en adoptar todo tipo de influencias y vender como propio ese mestizaje, como demuestra el recurrente debate sobre el origen de las patatas fritas.

“Los historiadores llegaron a la conclusión de que su origen es francés, pero que rápidamente se convirtieron en un producto belga”, explica Marette, quien añade: “Aunque hubieran dicho que son chinas, eso no habría cambiado nuestra relación con las ‘frites’”.

Orgullo belga

Junto a los mejillones, las patatas fritas y el omnipresente chocolate, otro producto estandarte de Bélgica es la cerveza, que recibe un trato casi de “delicatesen”, como señaló Sven Ganz, director de los Brasseurs Belges, asociación que agrupa a la totalidad de cerveceros del país y vela por los intereses económicos y por la promoción de la bebida dorada.

“Intentamos crear un ambiente agradable y de orgullo en torno a la cerveza, y para ello llevamos a cabo ciertas iniciativas”, como el Fin de Semana de la Cerveza, un evento que se ha celebrado en la céntrica Grand-Place de Bruselas, y otras enmarcadas también en el programa de Brusselicious.

Pero si hay que destacar un rasgo de la industria cervecera belga, éste es el de la diversidad, algo en lo que coinciden Ganz y Marette.

“Hay una gran diversidad que tiene sus raíces históricas y por eso vendemos que somos el país de la cerveza”, cuenta Ganz.

Atractivo turístico

La cerveza constituye además un importante activo económico, tanto por su atractivo turístico como por su peso en la economía belga (2.400 millones de dólares anuales, situándose en el octavo puesto entre los productos alimentarios por volumen de negocio) y por su nivel de exportación (11 millones de hectolitros comercializados fuera de sus fronteras, de los 18,5 producidos en 2011, según la asociación Brasseurs Belges).

Algo que contrasta con la consideración que los propios belgas tienen de un producto tan nacional. “Sólo en los últimos cinco o diez años los belgas se han dado cuenta de que sus cervezas son especiales”, dice Ganz.

El director de los cerveceros de Bélgica cita, entre las razones de esta toma de conciencia, la presencia de turistas en busca de este producto, así como que los belgas que viajan al extranjero encuentran que, en otros países, sus cervezas tienen una consideración especial.

Y están dispuestos a sacar partido de ello. “Vamos a intentar profesionalizar ese aspecto del turismo al igual que existe el turismo del whisky en Escocia, o del vino en Francia o España”, explica Ganz, al anunciar la creación de un museo dedicado a este líquido en la capital belga. (EFE Reportajes)

Vamos a intentar profesionalizar el turismo de la cerveza, al igual que existe el turismo del whisky en Escocia o del vino en Francia o España.

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